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Diego

viernes, 7 de diciembre de 2012

El tiempo del alma y el tiempo de la razón



¿Qué relación existe entre la práctica de la atención plena y la sensación de temporalidad?
Por lo general, cuando vivimos  la realidad de la vida cotidiana estamos insertos  en el tiempo psicológico, es decir, el tiempo de nuestra mente, el tiempo racional. Un tiempo que necesita de un pasado y un futuro para poder desplegarse. El paisaje mental queda condicionado por este ritmo temporal que imprime una dirección.
Recordemos que la mente juega permanentemente con las categorías del tiempo pasado-futuro. Hay algo que debería haber hecho, hay algo que hice, hay algo que tendré que hacer, hay algo que haré si…etc etc. Es decir el tiempo se manifiesta conceptualmente en la mente y no produce otra cosa sino tensión psíquica, uno de los caminos predilectos para lograr el estrés mental. ( ¡si no logra usarse con habilidad!)
Convivimos con el tiempo racional y no se trata únicamente de desecharlo sino, muy por el contrario, de aprender a usarlo con habilidad. La única forma de ser hábil con el manejo de esta lógica temporal es conocer profundamente que no se trata de la única lógica existente y que, por lo tanto, no debemos apegarnos ni identificarnos plenamente con ella.
El tiempo del alma es completamente diferente. Aquí ya no hay categorías conceptuales demarcando acciones sino que se trata de un tiempo sin fronteras, sin pasado y sin futuro, un tiempo eterno.
Aprender a “ser” y desplegar este tiempo eterno  es la mas grandiosa de las actividades. Ya que  cuando se logra este aprendizaje el tiempo psicológico se desmorona , otra dimisión ( atemporal) se  hace presente..
Cuando uno aporta conciencia al momento presente aparece la quietud y la paz interior que trascienden el tiempo ordinario, el de la vida cotidiana. De allí la importancia de entrenar la conciencia.
En un principio integrar el tiempo del ser con el de la vida cotidiana es sumamente costoso. Tal vez sea mas sencillo retirarse a meditar a una colina  para experimentar al ser. Ahora bien , muchos de nosotros vivimos en grandes ciudades y no pensamos retirarnos a la soledad. Para ello es conveniente poder entrenar la quietud y el entrenamiento de la consciencia a solas y luego , mediante un proceso largo y costoso, poder ir llevándolo a las actividades de la vida cotidiana como nuestro trabajo , nuestro ocio, nuestras relaciones con los demás, etc.  En la medida que vamos logrando este trabajo , nos daremos cuenta que tanto nuestras actividades ,  nuestro ocio o nuestras relaciones van cobrando mas plenitud y tanto mas nos satisfacen.
Cuanto mayor es la actividad de la mente, mas inconscientes nos volvemos y mas propensos estamos a experimentar el tiempo como una pesada carga del cual necesitamos aliviarnos ( por lo general de una forma brusca como puede ser tomar en exceso alguna sustancia psicoactiva). Por supuesto que este supuesto alivio trae mas inconsciencia aún y empeora enormemente las cosas. No podemos liberarnos tan fácilmente de la carga del tiempo. Estas soluciones fáciles son para todos aquellos que no desean evolucionar como seres humanos. Para todo aquel que esta dispuesto a transformarse en un hombre o mujer mas completo y desarrollado la  práctica cotidiana será el camino transformador.
Muchos autores desestiman el tiempo de la razón y lo acusan de egoico ( lo cual es cierto) y dañino  ( lo cual no es cierto). El tiempo de la razón es absolutamente necesario para poder desempeñarnos en el mundo y lograr nuestros objetivos vitales. Hay un horario para cada cosa, un tiempo necesario para cada actividad. El reloj sigue dando vueltas, y aunque es una verdad relativa, es una verdad al fin y debemos saber como desempeñarnos. Mañana a la mañana debo ir al dentista, y por la tarde al trabajo. Esto es una verdad evidente en el plano relativo del tiempo y una ilusión en el plano del ser, ya que desde este último solo existe el tiempo del presente al cual accedo mediante la contemplación.
El problema no es entonces el tiempo relativo, no es malo en si mismo. El problema es no saber dejarlo a un lado, creer que se trata de la realidad última y no una mera convención, no tener la habilidad necesaria para moverse en el tiempo relativo :  eso es el problema.
La realidad última es la eternidad del tiempo, algo que logramos pesquisar mediante algunos estados ampliados de conciencia que logramos entrenando la atención.  Ken Wilber explora con habilidad en su libro Los tres Ojos del Conocimiento, los diferentes ojos mediante los cuales percibimos y conocemos la realidad. Es mediante el ojo de la razón que entramos en contacto con el tiempo relativo y es mediante el ojo de la contemplación mediante el que accedemos al tiempo presente. Ambos requieren de un entrenamiento adecuado. Un niño por ejemplo, no sabe de fechas ni de horarios, no porque sea un maestro zen sino porque todavía no ha accedido al reino de la razón ( por lo tanto el reino de la razón no es en si algo “malo” sino un escalón necesario en la evolución del sujeto). El niño percibe el tiempo con el ojo de los sentido, es un tiempo empírico , fáctico, no es un tiempo eterno.
Una vez que el reino de la razón se ha instalado la principal amenaza que estorba el proceso de desarrollo y en la cual quedan detenidos muchos sujetos es la imaginación . Cuando el sujeto mediante el uso de la razón puede trascender el presente fáctico, dado,  y pensar en un futuro ( ¡algo que es un verdadero avance de la conciencia!) también puede quedar atrapado en las redes conceptuales imaginando un futuro que seguramente nunca sea como la mente lo imagina. El tiempo de la razón en su versión saludable nos permite esbozar objetivos en el tiempo ( relativo) y dirigir energías para conquistarlos. Esto es una versión realmente sana. En su versión dañina el tiempo de la razón nos llena de miedos acerca de un futuro ilusorio y por tanto, nos paraliza ( también puede que la razón distorsione la realidad generando expectativas demasiado elevadas para los eventos venideros). El presente solo pasa a ser un medio para un fin ( un proyecto un objetivo) La magia esta en el equilibrio: es decir servirnos de la conquista moderna (el tiempo de la razón) y articularlo con la sabiduría pre moderna ( el tiempo de la contemplación).
El yo puede progresar mediante objetivos y este es el tiempo de la razón , el tiempo moderno, donde el progreso es palabra santa. El tiempo de la contemplación, sin embargo, no necesita de un progreso porque es como es , aquí y ahora y es esencialmente divino. 


Diego Martini
Diciembre 2012

lunes, 3 de diciembre de 2012

Momento presente vs Estrés


       Algunas consideraciones sobre el estrés


1.    El poder de dirigir nuestra atención.
Una mente carente de direccionalidad, que va de aquí para allá sin rumbo alguno, que dispara pensamientos en forma automática y donde la voluntad no interviene en absoluto, eso es una mente estresada.         
El ir hacia un futuro evasivo o el refugiarse en un pasado que puede alegrarnos o atormentarnos son actividades automáticas de la mente. El estar presente no es automático, es intencional. Requiere de la acción de un si mismo más profundo.
Es natural que una gran cantidad de yoes provenientes de diferentes sectores de nuestra personalidad nos hagan difícil el acto de intentar estar presentes. Cada uno viene con narraciones, que pueden ir de lo importante a lo absurdo. Cuanto mas absurdo mayor será nuestra capacidad de darnos cuenta de que debemos retirar a ese yo y volver al presente. ¿Y que pasa con lo importante? Nada es tan importante como el ejercicio de estar presente. Puede que tengamos asuntos vitales importantes por resolver , y es cierto que necesitan de un tiempo concreto para que podamos resolverlo. Este tiempo no puede ser automatismo mental. Cuando descubramos que es nuestro patrón automático el que esta tratando de resolver cuestiones importantes recordemos estar presentes y luego , mas tranquilos y totalmente dispuestos a la tarea, revisemos lo que sea necesario revisar.
 La consciencia tiene grados, y cuando intentamos estar presentes despertamos lo grados mas elevados, cuando nos dejamos llevar por instintos o emociones, o cuando dejamos que el estrés invada nuestra mente funcionamos en grados muy bajos y rudimentarios de nuestra conciencia. Por eso una mente estresada se vuelve muy vulnerable y vuelve vulnerable a todo el organismo.
Intentar hacer algo para disminuir el estrés en la vida cotidiana requiere de una notable determinación. Aquí no sirven las medias tintas, nada podremos hacer si antes no tenemos una firme convicción de quitar poder al estrés que vivimos en nuestra cotidianeidad. Para ello debemos aprender a impregnar de presencia todas las tareas cotidianas. No se trata de un taller, no se trata de un curso, no se trata de una genial conversación con una amigo, ni siquiera con un maestro, con ello no bastará. Se trata de un sabio compromiso por mejorar nuestra calidad de vida y la de los que no rodean.
Hay que trabajar muy duro para estar presente en el día a día. Permanentemente la imaginación ( gran amiga del estrés , sobre todo en su modalidad catastrófica) se las rebuscará para alejarnos del plano consciente, para alejarnos de la presencia necesaria que nuestra vida necesita para ser mejores humanos, para que nuestros proyectos vitales avancen.
El estrés se alimenta de los “tendría” y los “debería”, es decir de la estructura de lenguaje condicional que discurre por el campo consciente. Es fácil que nuestro yo se identifique con este tipo de artimañas mentales. En el fondo creemos que no nos ha tocado toda la felicidad que merecíamos, que nos podría haber tocado más alegría. Seguimos sin saber que cada uno recibe porciones de alegría y de felicidad. La mente no se contenta con lo que recibe, la mente jamás recibe y acepta, aclama más , no le alcanza y se indigna. Aceptar y valorar es un trabajo divino, que debemos esforzarnos a hacer.
Lo mismo sucede con lo que creemos que es importante en la vida. Nuestra escala de valores suele estar distorsionada. No la colocamos en el ser sino en el tener, por lo tanto siempre tendremos la presión interior: “debería poder tener más de lo que tengo”. Entonces lo importante pasa a ser el futuro y no el presente. Vivimos ansiosos y apurados creyendo que vamos hacia algún lugar que nos permita tener aquello que no tenemos ahora. Y lo sencillo de la vida, el estar presente mirando al sol por ejemplo, pasa a ser, para esta estructura de la mente, una pérdida de tiempo. Hay que apurarse, no llegamos a tener todo lo que queremos y nos corre la muerte, que nos espera al final de este loco camino.
Entonces, no solo pretendemos más felicidad de la que nos toca sino que además negamos y nos disociamos de las leyes de la vida. Es decir tarde o temprano recibiremos choques que nos sacudan , que nos hagan temblar, desde pérdidas de seres queridos, enfermedades, crisis económicas, nuestra propia muerte, etc. Pero no queremos saber nada de ello , lo reprimimos, y aunque no lo querramos sigue allí. Y nos perdemos de la potencia que genera el aceptar las leyes de la vida. Ahora bien,  eso que tenemos reprimido es una fuente de ansiedad y de estrés.
Debemos entonces distinguir entre: 1) el estrés autogenerado y perpetuado por mecanismos mentales disfuncionales, que tienen su raíz en la no valoración del presente, en creer que el momento siguiente tendrá más importancia de lo que el presente nos ofrece ahora, en la concepción del presente como un puente o un camino hacia y la reducción de toda su potencialidad  de: 2) los grandes choques de la vida, los verdaderos estresores, como puede ser la pérdida de un ser querido, que naturalmente tendrán a sacudirnos y dejar nuestra mente en estado de estrés.
Siempre podemos hacer algo para trabajar sobre el estrés, a veces no podemos impedir que nuestra mente circule de un lado a otro, y que este hiperactiva, ello no significa que se haya perdido toda nuestra potencia para trabajar sobre el estrés. En esos casos podemos hacer el esfuerzo de no expresar ese malestar hacia el mundo exterior, de intentar albergarlo para luego transformarlo. Mucho más fácil es desquitarnos con nuestros seres queridos o compañeros de trabajo, el estrés produce irritabilidad y nosotros podemos controlarla. De esta forma se le va quitando potencia al estrés, evitamos que crezca y que se transforme en un problema interpersonal para quedar reducido a un conflicto interior con el que podremos maniobrar más fácilmente.
Es de suma importancia comprender la cantidad de narcisismo producida por el estrés. Cuando la mente se encuentra en estado de hiperactividad nos volvemos hacia nosotros mismos, dejamos de considerar al resto. Nuestras necesidades, aunque sean nimias y pertenezcan al futuro, se vuelven centrales. Por eso una herramienta poderosa para el trabajo con el estrés es considerar al otro y sus necesidades. Allí nos descentramos, salimos de nuestra rueda superflua de necesidades y nos abrimos a los demás, por lo tanto nuestra capacidad consciente aumenta, y nuestra acción puede volcarse al presente. Esto no tiene que ser únicamente actos heroicos para con la humanidad, puede ser simplemente sonreír  cuando vemos alguien triste.
El estrés se compone de narraciones mentales catastróficas, el pasado y el futuro no son otra cosa que narraciones mentales, debemos estar atentos a eso. Solo nuestra actividad presente es real y no conceptual. No debemos dejarnos atrapar por la mente engañosa, debemos transformarla en actividad consciente. Y esa actividad consciente, ese presente es lo que es, no lo que nosotros quisiéramos que sea. Recordemos el potencial negativo del condicional en la mente.
Dijimos que la mente en estado de hiperactividad nos produce ensimismamiento y por lo tanto perdemos la capacidad de estar conectados con el mundo que nos rodea. Esto es esperable y normal en una dosis adecuada, el problema está cuando pasa a ser nuestro estado natural de “ser en el mundo”. Ya que si así experimentamos nuestra existencia pronto nos consideraremos separados del resto, seres fragmentos aislados y por lo tanto nuestro miedo tenderá a crecer. De esta forma el estrés mental produce una verdadera ruptura en nuestra identidad.
El estrés es un poderoso productor de conceptos , etiquetas, palabras, definiciones, juicios de valor. Esta producción es compulsiva y desordenada, y en realidad no es en sí misma peligrosa, siempre que haya un yo que pueda observarla. El asentamiento y gran problema del estrés se produce cuando esa capacidad de observación se pierde y el yo se identifica plenamente con estos contenidos mentales alocados. Por eso es urgente el trabajo con el estrés, ya que va dejando huellas profundas si no logramos detenerlo.